Los conflictos familiares ocurren en todas y cada una de las familias por muy buena relación que tengamos. Cualquier grupo o conjunto de dos o más personas puede tener, en determinados momentos, disparidad de opiniones. Esta disparidad da lugar a conflictos, que, si no se resuelven bien, pueden debilitar nuestras relaciones.
Las emociones que sentimos en un conflicto son la rabia, la tristeza y el miedo o la ansiedad. A veces de forma independiente y otras todas a la vez. Las emociones (buenas y malas) le cambian el tono a aquello que estamos tratando de ver, y en algunos casos lo distorsionan radicalmente; y desde allí es prácticamente imposible buscar puntos de encuentro, ya que nuestra posición se hace más firme y la del otro parece esconderse detrás de un velo que nos impide ver con claridad.
El camino de la resolución de conflictos no es otra cosa que la expresión adecuada de estas emociones, la escucha de las de los demás y la búsqueda de alternativas válidas para todos.
Por lo que estas navidades, os planteamos que no escuchemos con la intención de responder, sino que lo hagamos con la intención de entender lo que nos están contando.
Tenemos dos orejas y una boca por una razón: debemos escuchar el doble de lo que hablamos.
¡Felices Fiestas!