El resto de los compañeros contestaron con ejemplos como “cuando hay una persona que te molesta mucho y te pega” o “pues si eres tímid@ y no te defiendes, van a ir a por ti”. Al principio solo identificaban el acoso escolar cuando las agresiones se producían muy a menudo o con cuando se dirigían a niños con rasgos diferentes. Durante el resto del taller reflexionamos y desmontamos estas ideas, ya que no hay unas características físicas ni psicólogas que te hagan ser víctima del acosos escolar, incluso, no existe para ser el acosador.
Una de las niñas que formaba parte del taller nos contó su historia. Hace unos años otra compañera del colegio no la dejaba en paz, se metía constantemente con ella dejando indefensa, le quitaba la merienda y la marginaba de sus amigas. Ante este relato la clase se quedó en silencio, quizás era la primera vez que ponían cara a una historia real.
Fue entonces cuando preguntamos al grupo que habrían hecho ellos si hubiesen visto esta situación, ¿Qué haces cuando eres el espectador?
Desde pequeños nos inculcan el valor de que pegar no está bien, entonces, ¿Por qué nos cuesta actuar?
Quizás las respuestas impliquen un cambio, quizás nunca nos han enseñado que ser espectador significa ser parte también del acosos escolar, pero que ser espectador tiene un gran poder ya que te da armas para vencer una situación injusta, porque la victima siente que tiene la manos, los pies y la boca atada. Tener a personas cerca que sean capaces de identificar las alarmas de acoso, aquellas dices a gritos pero sin voz, es un valor que se debe enseñar y debemos actuar.
Qué mejor enseñanza podíamos dar en ese taller que cambiar la visión de aquellos niños haciéndoles capaces de cambiar la vida al resto.